Comitán de Domínguez, su hermosa tierra, fue el lugar que vio iniciar su vida y primeros años, siendo ella de los primeros hijos de sus padres los señores Aarón Morales y Ma. Salvadora Rojas, su padre de oficio carpintero llenó su vida de aventuras, vivencias que después de tanto tiempo recordó con cariño, abrazando con sus historias lo bello que fue para ella ir al río con su señor padre, trepar los árboles con sus hermanos, muchas cicatrices quedaron de aquellos años, cada una cuenta una historia y todo lleva a una sola conclusión… UNA MUJER ÚNICA. A sus cortos 5 años de edad, ella junto a su familia se mudan a esta capital chiapaneca con deseos de tener una mejor calidad de vida, esto después de la pérdida de uno de sus seres queridos, partida que significó para ellos la desmotivación de permanecer en su lugar de origen, a partir de ese momento Patricia inició una nueva vida, con ella crecían sus sueños de trabajar e independizarse, decisión que lograría al cabo de algunos años después. Desde muy pequeña fue gustosa de tener lo propio y esforzarse por ello, por lo que su edad no era impedimento para iniciar su carrera laboral, en ese camino, conoció al hombre que sería su esposo por 14 años el Sr Rodolfo López García, quien le acompaño en el tiempo que le fue permitido, a su lado, dieron la bienvenida a sus amados hijos quienes hoy, gracias a las enseñanzas y ejemplo de sus padres se han convertido en personas de bien. La Sra Patricia vivió su papel de madre con ilusión, compartió con sus hijas el enorme significado e importancia de la empatía, dando gracias a la vida a través de la ayuda al prójimo, detalles que pensamos pueden pasar desapercibidos, sin embargo hoy son contados como una de las mayores virtudes de su madre, quien abría sus manos y corazón para llevar cobijas a un niño necesitado, o comida en navidad a las personas que menos tienen, y es que su personalidad tan solo ha sido el resultado de las múltiples experiencias que fueron formando su carácter, un carácter fuerte, decisivo, dispuesto a enfrentar lo que la vida le pusiera enfrente. Por muchos años trabajó para el Museo Nacional de Antropología, sus años de servicio le regalaron innumerables amistades, pues su alegría y platicas interminables atrajeron a su día a día a personas especiales, ella simplemente no desaprovechaba el tiempo, ustedes recordarán que vivió muy activa, con esa alegría, y ganas de conocer hasta el último rincón del mundo, y todo lo que tenga consigo, LAS FRUTAS EXÓTICAS… SU PASIÓN. Y es que en nuestra región se da una gran variedad de frutas, pero las más especiales fueron las que se robaron su corazón, las plantas movieron en ella el placer de disfrutarlas TODAS, y es que basta con verlas para que de forma nata sean transmisores de paz y tranquilidad fue feliz caminando los andadores de los viveros de Berriozábal, comprando lo necesario y más para preparar sus alimentos una mujer SIMPLEMENTE EXTRAORDINARIA. Los años pasaron, y con ello llegó el momento de reflexionar ¿Qué e hecho en esta vida? En alguna ocasión sus labios se abrieron con algunos de ustedes para expresar “Siento que a la vida, no le debo nada”, resumiendo con ello el orgullo que sentía de haber educado a excelentes ciudadanos en su familia, por su parte, sabía que había vivido completamente a su manera, pues como ella decía “Lo bailado quien me lo quita” Y es que en ella para todo existió un tiempo, para sus amigos, para el trabajo, para sus hermanos, para sus hijas… Para TODO, el domingo era 100% día familiar, se dedicaba en cuerpo y alma al tiempo de calidad que vivió junto a ellos, en una comida, un paseo casual dejaba plasmada su esencia. “Llevo en mi memoria cada momento compartido, cada tierna caricia, cada palabra de consuelo, llevo tu corazón cerca del mío y al sentir, una repentina ráfaga de viento, sé que eres tú, dándome una señal, de que sigues aun aquí conmigo”