“Lo que eramos el uno para el otro, seguimos siéndolo. La muerte no es nada. No e Hecho más que pasar al otro lado. Yo, sigo siendo yo, y Tú, sigues siendo tú. Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo, dame el nombre que siempre me diste. Háblame como siempre me hablaste. No emplees un tono distinto, no adoptes una expresión solemne, ni triste, sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos. Reza, sonríe, piensa en mí, reza conmigo, que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue, sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra, la vida es lo que siempre fue; el hilo no se a cortado ¿Por qué habría de estar yo fuera de tus pensamientos? No estoy lejos, tan solo la vuelta del camino” Adolfo José, hoy es símbolo de amor por la vida en toda la extensión de la palabra, prueba de ello, la delicadeza con que día con día cuidó de su jardín, amante de las plantas y de toda actividad que involucrara el contacto directo con la naturaleza, y es que quizá, sin pensarlo esa fue su forma de disfrutar plenamente de sus días. Días en los que sin duda hubieron momentos difíciles que superar, lágrimas que recorrieron su rostro, angustias que guardó en su corazón pero, ¿Quién de nosotros no a experimentado alguna de ellas? Lo importante de su historia es recalcar el corazón humilde y dispuesto a salir adelante aún a pesar de las adversidades. Llanes, Asturias, España fue la tierra que vio nacer al entonces pequeño Alfonso en el año 1966, a lado de sus padres y siendo el menor de 5 hijos se coronó como el dolor de cabeza de sus hermanos, pues entre sus travesuras los ponía en aprietos cada vez que ponía, y es que aventarse al mar sin saber nadar, no lo hace cualquiera. Adolfo José, vivió una niñez tranquila, llena de experiencias que lo fueron formando hasta llegar a ser el hombre con esa esencia única que cada de uno de ustedes pudo reconocer, logró terminar lo que en México pudiéramos llamar “carrera técnica” en albañilería, actividades que le dio la oportunidad de rehabilitar la casa de la cultura de su tierra natal, obra de gran importancia entre sus habitantes pues contaba con material delicado por trabajar. Entre las experiencias mas significativas de su vida, podemos mencionar el famoso “merendero” negocio local que trabajó a lado de sus padres ayudando en lo que sus posibilidades le permitieran, cuidando el huerto, llendo por las verduras que su familia misma sembrara para el consumo, son vivencias que encontraron raíces en su vida. Años mas tarde conoció a quien sería su compañera de vida, María Esther Alonso Meneses, mexicana de nacimiento con raíces españoles que por azares del destino, la llevaron a conocer el lugar de nacimiento de su padre, viaje que la llevó a conocer al hombre de su vida, con quien selló su amor en sagrado matrimonio un 13 de enero de 1994, fueron 7 años en los que se mantuvieron solos, sin formar una familia, construyendo lo que sería su futuro juntos a base de esfuerzo y trabajo constante, y es que fue precisamente el trabajo lo que los unió cada día más, trabajaron juntos desde el día en que unieron sus vidas hasta su último día. Juntos dieron la bienvenida a Andrés y Sara, quienes llegaron a complementar la vida de sus padres en experiencia y amor. El Sr José Adolfo aparentaba ser una persona seria y poco expresiva, sin embargo la nobleza de su corazón estaba disponible para cualquiera que llegara a necesitarle, su familia, su mayor motor e inspiración, hombre culto, no dejó de prepararse, de cultivar su mente para orientar si era necesario a sus hijos, con un consejo o algún anécdota que retroalimentara lo que viven día a día. Últimamente la cocina se convirtió en una de sus pasiones más grandes, la paella su platillo estrella, sus raíces manifestadas en todas las áreas de su vida. España en su mente y en su corazón. Recuerdos invaluables guardados en a mente y corazón de sus seres amados.